Vivimos en una época en la que los desafíos éticos están frente a nosotros y son, por lo tanto, ineludibles.

Nuestro país que a menudo se nos revela cargado de incertidumbres y vacío de sentido, en un tiempo en el que muchos valores se han tornado efímeros e inestables, nada es tan necesario como recuperar la conciencia de lo ético, entendida como una de las dimensiones irrenunciables de la condición humana para construir una sociedad más justa y solidaria.

Crecientemente encontramos que hay un reclamo generalizado para que el tema ético se incluya y discuta abiertamente. Ello implica, desde ya, debatir algo que está siempre en la consideración nacional e internacional, el tema de la corrupción, pero que tiene que trascender hacia los valores como punto de partida que va más allá del síntoma, para atacar directamente las bases éticas sobre las cuales se construye una sociedad. Es fundamental, principios como la solidaridad, la equidad, la superación de las discriminaciones, el respeto por la dignidad humana de los desfavorecidos, el respeto por las culturas, el respeto por el derecho a participar, el derecho a disentir, el derecho a la protección de la familia; todo ello forma parte de lo que debemos debatir y reflexionar para poder consolidar nuestra débil democracia.

El Papa Juan Pablo II nos decía que vastos sectores de la población no están recibiendo esos beneficios de los progresos admirables y qué, por lo contrario, se acentúan las carencias y las distancias; propiciando grandes brechas en la humanidad, a esto hay que agregar, que tenemos el triste privilegio de alcanzar en la región los índices de desigualdad más altos del país, y que debe comprometernos y preocuparnos.

En nuestro país nos hemos comprometido con la democracia, hemos insistido que alrededor de ella se deben construir los principios básicos de la sociedad, pero tenemos que reconocer que en la medida en que persistan estos niveles de pobreza y las situaciones de desigualdad, la democracia como tal, tardará mucho tiempo en consolidarse y adquirir su plena legitimidad.

Debe preocuparnos un aspecto importante a partir de las distancias sociales. Es el tema de la propia unidad familiar, uno de los más importantes en lo que se refiere a valores éticos, porque es desde el hogar donde se forman y forjan los principios y valores para construir una sociedad con justicia social, por ello, vale la pena indicar que la pobreza y la inequidad atentan severamente contra la integridad de las unidades familiares; ya que existen alarmantes tasas de deserción de las familias, la renuencia de las parejas jóvenes a formar familia, el aumento de hijos extramaritales y de embarazos precoces, lamentablemente es una realidad concreta y visible en toda la región.
La responsabilidad del Estado es garantizar el ejercicio de los derechos de toda la población, donde la igualdad es un compromiso ético ineludible que debe reflejarse en las instituciones, estructuras y políticas que permitan avanzar hacia el cierre de brechas en democracia y buena gobernabilidad.

En el contexto internacional la guerra nos está empujando hacia un periodo tenso de reajuste geopolítico, inseguridad alimentaria y energética. En este sentido tenemos cada vez más un mundo fragmentado que convierte en más urgente el aumento de la inversión en bienes públicos y que requerirá del esfuerzo público-privado para impulsar nuevas ideas e iniciativas con mejores formas de cooperación.

Solo podemos recuperar el optimismo, si reconocemos la gravedad y la naturaleza colectiva de las amenazas que enfrentamos y nos organizamos de manera ética y eficaz para darles respuesta. Se necesita un sector público proactivo y marcos bien diseñados para compartir el riesgo con el sector privado, poniendo de manifiesto que no es posible enfrentar los desafíos de esta nueva era si no estamos unidos con una visión de gran alcance que aglutine a más voces diferentes para generar resultados más eficaces y de más confianza. Tampoco podremos alcanzar el desarrollo, si seguimos con un país más polarizado y fragmentado, puesto que hará más difícil, si acaso imposible, ir en pro de los intereses comunes de nuestra sociedad, lo que más requerimos es un país seguro, sostenible, prospero, inclusivo y equitativo para todas y todos.

Lic. Yreno Juan Polo Huacacolqui
Vicedecano Regional, Corlad La Libertad