
Lunes 8:00 a.m., listo para iniciar la jornada de trabajo, con los ánimos al tope para una gran jornada. Pero ¿y los compañeros de trabajo?, ¿dónde están?, ah, claro, es hora del Zoom.
¡Buenos días a todos, colegas! Es tiempo de programar el día. Giro la mirada, y a mi alrededor la misma improvisada oficina que se fabricó desde que una noticia sacudió el mundo, una pandemia nos hacía buscar un refugio seguro, como hace miles de años antes lo hicieran nuestros antepasados. ¡Todos a casa!
La situación descrita es la de miles de trabajadores de todo el mundo que se han visto ante la necesidad de un cambio inesperado, pero también para muchos, de una gran oportunidad de demostrar su valía, esto a través del uso de los medios virtuales que nos ofrece la tecnología, para ponerse al mismo nivel, y en muchos casos por encima de los trabajadores presenciales. Esto está muy bien, sin embargo, ante la nueva situación originada por el covid-19, cabe hacer las siguientes preguntas, ¿nos encontrábamos listos?, ¿es beneficioso para mí?, ¿mi vida familiar se ha visto favorecida o por el contrario afectada? Estas son algunas de las inquietudes que surgen y que buscamos responder en este artículo.
Una antigua receta sobre formación de super hábitos, indica que una persona necesita 21 días seguidos de repetición para lograr una nueva manera de hacer las cosas, lo que significa forzar la voluntad y la mente. Pero qué sucede cuando todo ocurre tan imprevisto, sin una alerta que nos haga salir de nuestra zona de confort, pues debemos estar preparados emocionalmente para asumir los cambios. Nuestra emocionalidad es la cosecha de una preparación que se da durante toda la vida, y que va forjando nuestra personalidad y carácter para afrontar todo tipo de circunstancias, tanto laborales, como personales.
Goldberg, en 1993, describe los cinco grandes factores de la personalidad o “Big Five” como son más conocidos: apertura a la experiencia, escrupulosidad, extroversión, amabilidad y neuroticismo, y con ellos permitía dar mayor claridad sobre cómo ir apuntalando al desarrollo de una persona capaz de asumir con mayor estabilidad cualquier reto o desafío que se le presente. Por ejemplo, una persona con un alto nivel de neuroticismo es muy ansiosa y preocupada, propensa a atraer hacia sí emociones negativas, que a su vez refleja y repercute en su entorno de trabajo. Un colaborador que llega con “mala vibra” como se dice en estos tiempos, y que no es fácil de eliminar y lo peor es que esta se contagia con facilidad. Imagina que llegas de muy buen ánimo a su centro de trabajo, y recibes una mala cara de sus compañeros, esa sensación negativa demora muchas horas en quitarse de la mente, secuestrando nuestras emociones. Pero puede ocurrir todo lo contrario, que seas tú el que se encuentre algo bajoneado, pero tus compañeros de trabajo están de muy buen ánimo y cordiales, pues no pasarán más de treinta minutos para que logre contagiar de ese renovado estado.
Pero, volviendo a nuestra pregunta inicial, si nos encontrábamos listos para esta nueva situación, quizás debamos reformular incluyendo el aspecto emocional, de esta manera: ¿Emocionalmente, yo y mi entorno estamos preparados para el trabajo en un entorno de pandemia, por el covid-19? Más de uno habrá perdido la paciencia frente a la urgente entrega de trabajo, y el llanto de los niños que no pueden salir a jugar, o los malos hábitos que nos habrán jugado una mala pasada a la hora de entregar los informes, porque se nos pasó el tiempo en cosas del hogar, o cuando un jefe bastante estresado aprovecha el WhatsApp u otros medios similares, para presionar por las metas de la semana, pero en horas bastante fuera de horario.
Muchos estudios realizados en este tiempo de pandemia covid-19 han identificado que, dependiendo del tipo de trabajo, las labores se extienden hasta un 10 % más de horas al día, quitando tiempo para el hogar, Pero no es lo más peligroso, otros de los hallazgos identificados es que existe un sentimiento de culpa en los trabajadores, quienes ven en el trabajo home office una oportunidad que no tendrían en el trabajo presencial, por lo que premian a la empresa con un “plus de horas gratuitas”, de tal manera que ya no se siente tan mal si tomo media hora de la mañana para salir a caminar mientras se mantiene conectada a la oficina a través de su smartphone, por qué al final, me quedaré unas horas más en la noche para compensar este bienestar que nos ofrece la “nueva normalidad”. Y ahora, habría que preguntarnos, ¿hasta qué punto esta opción es saludable para el trabajador y su familia? La virtualidad y el teletrabajo han creado unos límites casi invisibles entre lo que es el deber y la responsabilidad en el trabajo. Durante nuestros trabajos presenciales esto límites eran claros, sabíamos la hora que teníamos que dejar la oficina, pero en la virtualidad, una hora más no es problema, seguramente la recuperaré en otro momento, pero ¿esto es verdad?, realmente se recupera el tiempo adicional.
En la década del 2000 aparecieron los Blackberry, famosos celulares con los que podías recibir mensajes de correo, sincronizar algunas aplicaciones de escritorio en tu celular y otras aplicaciones de oficina, que en resumen significaba llevar la oficina en tu bolsillo, un éxito rotundo a nivel global, los trabajadores se mantenían alerta ante cualquier nuevo mensaje, estando dispuestos a tomar acción inmediata frente a cualquier problema en el trabajo, manteniendo una disposición a prueba de fuego. Sin embargo, esta permanente alerta, fue degenerando en mayor estrés y a la larga un trabajo más complejo y agotador. Sabido es que nuestro sistema de defensa ante los peligros se activa por una serie de estructuras en nuestro cerebro, que conforman el denominado sistema límbico. Así, por ejemplo, si duermo en la madrugada y siento ruido, me despertaré de inmediato y tomaré alguna acción para asegurar mi hogar, pero esto mismo sucedería, si llegan alertas constantes a través del celular que me avisan de los clientes que han presentado reclamos y requieren urgente atención, esto al repetirse de manera constante va debilitando nuestra estabilidad emocional, aún las personas más resistentes son presas de este estrés, generando el denominado “agotamiento digital”.
Mazmanian en el 2004 escribió un libro denominado “La paradoja de la autonomía”, donde hace notar que si bien la tecnología aplicada a la vida cotidiana y de la oficina ha sido uno de los hechos más importantes acontecido en las últimas décadas, paradójicamente ha originado una tropa de trabajadores cada vez más agotados, presas de los nuevos males de este tiempo como el burnout o denominado síndrome del quemado, y esto se ha hecho notar con fuerza en estos tiempos de pandemia, en el que las oficinas se han trasladado al ambiente de casa y de descanso de los fines de semana, accediendo las empresas, desde un computador, y de cualquier parte del mundo, a un solo clic de distancia del Zoom, WhatsApp, Meet o cualquiera de las herramientas virtuales que actualmente todos conocemos.
Los estudios de neurociencia de los últimos años han confirmado que las emociones van a una mayor velocidad que nuestra racionalidad, es decir, si reciben un estímulo fuerte, detonan de manera inmediata, a veces sin que podamos interpretar el hecho, pero si lo sentimos, como ocurre cuando descubres que un compañero de trabajo que estimas, ha hablado mal de ti ante el jefe para salvarse por algo que pasó en el trabajo, rápidamente nuestra emoción, nos lleva incluso a las lágrimas, a la cólera, para posteriormente tomar decisiones más claras.
Se hace necesario entonces una reeducación de nuestras emociones para afrontar de una mejor manera este tiempo, fortaleciendo nuestra inteligencia emocional, la que se define como “una nueva manera de ser inteligente, educando nuestros sentimientos para tomar buenas decisiones en la vida”. Uno de los modelos mejor desarrollados sobre la inteligencia emocional, es el propuesto por Goleman, Boyatzys y Mckee en el 2002, y en el que se considera cuatro dominios que se deben fortalecer: Autoconciencia, Gestión de uno mismo, Conciencia social y Gestión de las relaciones.
Las dos primeras se refieren al conocimiento sobre nosotros y la gestión que haremos sobre este conocimiento, así algo tan sencillo como conocer mis fortalezas y debilidades me ahorrará muchos problemas en el trabajo, saber que soy impulsivo o arrebatado, me pondrá en alerta cuando las cosas no vayan bien en el trabajo. Las otras dos tienen que ver con mi relación con los demás, y esto es así, ya que nuestra estabilidad emocional, está fuertemente condicionada por los estímulos externos, por lo que ser empáticos, como cuando somos capaces de entender a nuestros subordinados que tienen dificultades en el trabajo, porque sus familiares han sido contagiados por el covit-19 y cuando cultivamos relaciones sinceras y saludables con los demás, para apoyarse y más allá de la competitividad propia de los trabajos, generar un entorno que sea favorable para todos.
Aquí algunos ejemplos sobre las ventajas que nos puede dar a nuestra vida cotidiana el tener una educación de nuestras emociones para el trabajo, especialmente en tiempos de covid-19:
Aprender a decir basta, contar con las herramientas necesarias para una comunicación asertiva que permita un entendimiento con nuestros jefes y subordinados, sin malentendidos.
Como líder, saber mantener el equilibrio, aún cuando las circunstancias se compliquen, ayudando a entender a sus colaboradores las situaciones difíciles, como pueden ser los cambios de horario, la reducción de la jornada de trabajo y salarios, o las vacaciones forzadas.
Llegar a casa, esto significa dejar la oficina, pero no físicamente, sino mentalmente, desconectándome cuando sea necesario, ya que muchos tienen el hábito de tener en mente el trabajo, ya sea por responsabilidad, obligación o simplemente por miedo a afrontar las cosas de una manera distintas, perdiendo el miedo de lo que dirán los demás.
Frenar, observar y pensar, son propios de una persona que tiene un buen conocimiento de sí mismo, que sabe identificar el momento adecuado de poner un stop, como un semáforo emocional que le avisa, para que no vaya a tomar una decisión que pudiera ser errada más adelante.