
Al finalizar el año 2022 y al hacer un balance de la situación socioecómica actual nos encontramos con un diagnóstico no muy alentador, pues si bien estamos saliendo de la situación de pandemia de la Covid19, encontramos un crecimiento negativo comparado con el año anterior.
Dicha situación nos afecta a empresarios y profesionales que somos parte de las organizaciones privadas y públicas, y no nos permite cumplir con nuestros objetivos y metas que de forma anual nos planteamos, lo que perjudica, además, los indicadores macroeconómicos de nuestro país.
El estimado de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) podría llegar al final del presente año por debajo del 3 %, muy alejado de los pronósticos de inicio de año y de las necesidades reales del país, pues se necesita crecer, por lo menos, 7% anual para atender la creciente demanda laboral.
Fitch Ratings modificó la perspectiva crediticia del Perú, de estable a negativa, debido al deterioro de las condiciones internas causado por la inestabilidad política, pero mantuvo la calificación crediticia del país en BBB (que nos coloca como un país con grado de inversión), sobre la base de una controlada deuda pública y mantenimiento de prudentes políticas macroeconómicas, fiscales y monetarias.
Sin embargo, para el 2023, debido a la posible caída en los precios internacionales de los minerales, se estima que existirán complicaciones negativas en las condiciones externas, que afectarán nuestras exportaciones de minerales (ya complicadas por los conflictos sociales que han parado, en muchos casos, la producción). Se sabe que la minería es el motor del crecimiento económico para el Perú.
El BCR en un reciente Reporte de Inflación, proyecta que nuestro PBI crecerá 3% el 2023; en tanto, la Inversión Privada crecería solamente 1,8%. Según los especialistas, dicha proyección no es buena porque la evidencia empírica nos muestra que el crecimiento de la inversión privada debe ser mayor que el crecimiento del PBI para que este sea sostenible.
En el Perú, más allá de los indicadores macroeconómicos, existe un problema estructural de centralismo pues la capital Lima concentra el 50% del PBI. Le siguen muy lejos: Arequipa (5,5%) y La Libertad (5%). Luego sigue una larga lista de regiones con aportes entre 0,2% y 3% al PBI.
Dicha realidad nos convierte en país inviable en términos de competitividad con un solo aeropuerto y puerto internacional en la capital. En el resto del Perú no existe infraestructura apropiada para atraer inversionistas; por lo tanto, no somos un país competitivo que pueda generar inversiones fuera de la capital. Todo esto sumado a los conflictos sociales y políticos que ya se han convertido en recurrentes.
Con el nuevo año 2023, todos tenemos la esperanza que la situación social, económica y política mejore para beneficio de todos los peruanos pues tendríamos un mayor crecimiento económico que se reflejaría en un aumento del PBI y por ende del empleo que está actualmente por debajo del periodo prepandemia.
Debemos tener presente que la única manera de reducir la pobreza de forma estable es aumentando el PBI. Aún falta mucho por mejorar, pero no podemos retroceder lo ya avanzado en temas económicos, además de salud y educación. Temas vitales si queremos en un futuro tener como reto el desarrollo económico.
Finalmente, quiero desearles a la población en general, y sobre todo a mis colegas licenciados en Administración, un venturoso año 2023. Muchos éxitos personales y profesionales, esperando que cumplan sus metas.
Dr. Eduardo Vilca Tantapoma
Decano Regional – Corlad La Libertad