En 2020 nuestras vidas cambiaron; el Covid irrumpió en cada uno de nuestros hogares, negocios, empresas e instituciones públicas; nuestros estilos de vida tuvieron que cambiar y con ello nos enfrentamos a una triste realidad, que no estábamos preparados en ninguno de los aspectos.
De manera especial; la educación peruana enfrentó su más cruda realidad: su desapego por la virtualidad y sus beneficios; todo aparentemente paró o ¿no todo?, las instituciones privadas – sean colegios o universidades – abordaron el impacto inicial y empezaron a buscar soluciones para seguir brindando una educación de calidad a sus estudiantes; al inicio fue complicado llevar a docentes y estudiantes poco acostumbrados a la virtualidad a este nuevo camino, pero pronto empezó a rendir frutos y lograr resultados.
Sin embargo, la educación pública se vio afectada; tomó varios meses para que pudieran retomar clases virtuales y ponerse a la par del tiempo perdido y sus pares privadas; también podemos indicar que las limitantes se acentuaron más: Estudiantes con escaso acceso a servicios de internet, equipos no aptos para clases virtuales, vivir en zonas donde la señal de internet no llegaba aunado a decisiones del poder ejecutivo que limitaba el acceso a las clases a algunas horas a la semana.
¿Por qué es una oportunidad perdida en la educación pública? Por que con políticas adecuadas e inversión se hubiese podido democratizar más el acceso a la educación, reducir la brecha entre acceso a la misma entre hombres y mujeres, estas últimas usualmente relegadas en las zonas rurales. Se pudo tomar la experiencia de El Salvador donde el Presidente Bukele inició el Programa de Distribución de computadoras al 100% de estudiantes de educación primaria y secundaria; incluyendo también a los Centros de Educación Básica Especial; no solo ello, sino que cada computadora tenía acceso gratis al internet, contenía softwares educativos y lo mejor que la computadora termina perteneciéndole al estudiante.
¿Por qué en el Perú no se hizo algo similar? Muchas pueden ser las respuestas; sin embargo, un pueblo educado no depende del estado y busca su propio destino, quizás allí podamos encontrar alguna respuesta.
También el encierro prolongado trajo como consecuencia que el estado anímico de los estudiantes no fuera el mismo; la salud mental se vio seriamente afectada pero no vimos algún programa que ayude aliviar ya no solo a los estudiantes sino a la población en general.
El Covid pudo haber sido una gran oportunidad para que, en educación, muy seguro en otros aspectos de nuestra vida también, el estado que siempre se ve más lejano hubiese podido acercarse a la población con programas que hubiesen velado por un cambio tecnológico y digital, que nos pongan a la par de los países a los cuales aspiramos a llegar hacer.
Usualmente las pandemias son fuentes de tristeza y desolación; pero en ocasiones con una adecuada visión pueden constituirse en fuentes de oportunidad para cambiar las cosas: ¿Cuántas normas no se cambiaron en el ámbito económico? Muchas. ¿Cuántas de ellas permitieron mejorar la educación? Cada quién puede y debe contestar a esta pregunta según su realidad.
Finalmente
La educación no es algo que solo se brinde desde la escuela, instituto o universidad; sino es algo que se construye diariamente desde el hogar, familia, amigos, iglesia, trabajo y otros. Hace años atrás J.F. Kennedy nos decía: ¨No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país; ha llegado el momento de preguntarnos nosotros mismos: ¿Qué puedo hacer desde mi lugar en la sociedad para contribuir al mejoramiento de la educación en mi amado Perú?
Mg. Paulo César Cáceres Iglesias
Docente Universitario